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Una sociedad con déficit de atención

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Nuestros días suelen ser acelerados. El tiempo parece no alcanzar para hacer todo lo que debemos hacer, y a la vez, se escurre con rapidez cuando hacemos lo que realmente queremos.

Los niños miden el tiempo de forma distinta. Para ellos cada segundo cuenta, y prefieren dedicarlos a hacer lo que realmente aman, sin prisas ni presiones. Los niños se asombran con lo que descubren cada día, con cada persona y experiencia nueva. Para ellos el presente es todo lo que existe y lo disfrutan al máximo entre sus risas, imaginación y energía.

Sin embargo, la estructura de la sociedad actual parece haber olvidado esa perspectiva. Y como un lamentable efecto colateral, los niños han quedado atrapados dentro de ese torbellino acelerado de exigencias.

Dentro de los salones de clases cada vez es más común encontrar a niños que tienen dificultades de atención. Se les dificulta enfocarse en una sola actividad, pierden la paciencia con facilidad, necesitan cambiar de actividades constantemente, se les dificulta el seguimiento de instrucciones y constantemente piden más y más, en lugar de conformarse con lo que tienen. Es común que de forma errónea y negligente se les pegue la etiqueta de “Trastorno por déficit de atención”, que es una causa real de necesidades educativas que afecta entre el 2 y 5% de la población infantil. Pero entonces, ¿qué sucede con los otros niños? ¿Cómo se originan estas dificultades de atención?

Es momento de hacer una pausa y reflexionar si dichas dificultades no son más que el simple reflejo de nuestra sociedad. Una sociedad que no hace pausas, que constantemente impone que se hagan muchas actividades al mismo tiempo y lo más pronto posible. Que es irascible, que maneja altos niveles de estrés y que se consume lentamente por emociones negativas. Que dejó de valorar lo importante pues todo es descartable y reemplazable. Que se esfuerza por lo material y en ese afán olvida apreciar lo más importante de la vida y estar cerca de quienes más aman.

Nuestros niños necesitan, merecen y piden atención. Cada conducta disruptiva, cada dificultad y cada reto, no son más que llamadas de atención para recordarnos que necesitan que estemos con ellos. Que debemos escuchar sus ideas, inquietudes, miedos y emociones. Que merecen que dediquemos tiempo para jugar con ellos pues sólo serán niños una vez. Que su aventura de aprendizaje sólo tiene sentido si sus padres se involucran en ella y los motivan a luchar por alcanzar sus metas. Que cada uno de ellos es único y tiene un lugar irremplazable. Que ellos son mucho más importantes que todo lo demás.

Cuando nuestra sociedad le preste más atención a los niños, todos nos contagiaremos de su plenitud y felicidad. Existirán más oportunidades para que todos crezcan y sobre todo, ellos nos permitirán aprender a disfrutar el privilegio que significa vivir.

Maria Fernanda Jiménez  |   Psicopedagoga   |   e-mail: maferjimenez@potenciare.com

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