¿Recuerdas qué soñabas cuándo eras niño?
¿Qué te hacía reír?
¿Qué jugabas e imaginabas?
Ese gran pequeño que fuiste, siempre tenía una idea rondando en la mente y un sueño que perseguir. Pasabas horas entre juguetes, colores y fantasías. Te reías con ganas y tus carcajadas inundaban tu hogar.
Conforme fuiste creciendo, las ideas se transformaron en responsabilidades. Tus sueños más parecen obligaciones. Los juegos se perdieron entre la rutina. Y hoy ríes mucho menos, porque “la vida adulta” implica seriedad.
Ese gran pequeño que fuiste, sigue ahí. Con sus grandes ojos brillando de ilusión y su mente irradiando curiosidad por explorar un mundo maravilloso.
Ese gran pequeño que fuiste, te ha acompañado toda la vida y te ha ayudado a llegar hasta donde estás. Hoy es un buen día para abrazarlo con fuerza y decirle: “GRACIAS”.
Gracias por enseñarte a soñar y luchar por tus sueños. Gracias por enseñarte que las emociones sólo tienen sentido cuando te permites experimentarlas con intensidad. Gracias por enseñarte que el amor genuino lo llena todo. Gracias por demostrarte que la alegría es la luz que ilumina tus días. Gracias por esforzarse para superar todos sus retos, crecer contigo y hacerte grande.
Cada día, regálate unos minutos para escapar de la rutina, y vuelve a ver a ese gran pequeño que fuiste. Navega profundamente en su mirada y deja que renueve tus energías con alegría, curiosidad, pureza e imaginación. Y sobre todo, agradece todo eso que representa en tu vida.
¡La esencia de pequeño, es la mayor grandeza de la vida!
Y tú, ¿qué le agradeces al gran pequeño que fuiste?
Con afecto,
Mafer Jiménez C.