En enero del 2020, como todos los años, inició un ciclo escolar nuevo, lleno de expectativas, metas y sueños. El 13 de marzo del 2020 esas expectativas se convirtieron en incertidumbre, dudas y miedos.
La educación se mudó a casa. La clase a una pantalla. Los maestros y amigos se convirtieron en pequeñas ventanas hacia el segundo hogar que conocíamos.
La modalidad virtual llegó cargada de retos. Las actividades y tareas académicas, en una lista interminable, obligaron a los padres a adoptar la computadora, internet y docencia como nueva vocación.
Así, sin avisos, a un ritmo vertiginoso, la única opción fue adaptarse y avanzar sin parar. Hoy, ese ciclo escolar llega a su fin, y desde la cima de esa montaña que parecía inalcanzable, podemos afirmar que aprendimos más que nunca.
Aprendimos que la educación empieza, continúa y siempre seguirá en casa. Es en nuestro hogar en dónde aprendemos a amar, sentir, experimentar, descubrir, crear, valorar, analizar, vivir. En casa cimentamos la base de quienes somos y eso nos sostendrá la vida entera.
Aprendimos que como padres, somos grandes maestros. Cada acción, decisión, actitud y emoción se proyectará inmediatamente en el bienestar de tus hijos.
Aprendimos que la paciencia es sinónimo de resiliencia, y que la constancia nos conduce al éxito.
Aprendimos que los maestros son el tesoro de nuestra sociedad. Su orientación, métodos, vocación, creatividad y amor por sus alumnos, son piedras preciosas que hacen que los corazones de tus hijos brillen y liberen su potencial.
Aprendimos que si tenemos la fortuna de leer esto, es porque tenemos un dispositivo electrónico e internet que le ha permitido a tus hijos seguir accediendo al aprendizaje. Y a su vez, eso debe recordarnos que con la pandemia se abrió un abismo aún más grande para niños que viven en una realidad muy distinta. Tu mejor forma de agradecer lo que tienes, es buscando formas de aportar para construir un puente que le permita a esos niños atravesar la brecha de la desigualdad.
Aprendimos que en casa tenemos todo lo que necesitamos, y que el aprendizaje no se trata de cantidad, se trata de calidad.
Aprendimos que lo que tus hijos siempre necesitarán en su vida es: inteligencia emocional para tomar las riendas de su corazón, ideas propias que les permitan tomar decisiones justas y racionales, autonomía para navegar con independencia, y una tonelada de empatía que les permita amar con más intensidad y equidad.
Aprendimos que darse por vencido es pasado, la vida es hoy, amar es ahora y aprender es siempre.
¿Qué aprendizajes inesperados les trajo este ciclo?
Con afecto,
Mafer Jiménez C.