Los seres humanos, justo como nuestras huellas dactilares, somos únicos. No existen dos individuos iguales; y son justamente esas singularidades las que nos enriquecen como sociedad.
¿Imaginas un mundo monótono, en el que todos tuvieran exactamente las mismas capacidades y características? Todo sería de color gris, sólo podríamos realizar la misma actividad y todo se desplomaría poco a poco.
Afortunadamente, vivimos en un mundo diverso. La diversidad es esa riqueza que llena la vida de color. Y, por ende, la inclusión es el lienzo que nos permite crear una obra de arte.
La amalgama de colores de la inclusión abarca diferentes capacidades, grupos étnicos, intereses, edades e ideologías; pero, a su vez, comparte algunos pigmentos: habitan un mismo planeta y tienen sueños en común. Todas las personas, sin exclusión alguna, tienen los mismos derechos, obligaciones y responsabilidades.
Por lo tanto, la inclusión se enfoca en crear adaptaciones y lineamientos que permitan que cada individuo, según sus propias características, pueda aportar su toque de color.
Este proceso, empieza por la educación. La inclusión educativa tiene como objetivo permitir que todos los alumnos accedan al aprendizaje, y avancen según su propio ritmo y necesidades educativas. Es decir, cada alumno cumple un rol esencial en el salón de clases y desarrolla su potencial. Lo que un alumno puede hacer, complementa lo que a otro se le dificulta. Y de esa manera, de forma colaborativa y con la mirada puesta en metas comunes, cada uno enriquece el proceso de aprendizaje.
A medida que los alumnos viven la inclusión en el ámbito educativo, esta se arraigará a nivel social, y a su vez se convertirá en inclusión laboral. Dicha inclusión integral, es sinónimo de progreso y bienestar para todos.
La inclusión implica que todos estemos conscientes de que nuestras diferencias no son motivo de sentir lástima, de menospreciar, de limitar y de rechazar. Nuestras diferencias son motivo de apreciar las singularidades, pensar en el bienestar de los que están alrededor en lugar de solamente el propio, ofrecer y encontrar apoyo en los demás, y de unirse para consolidarse como una sociedad más fuerte, que logra avanzar y volverse más brillante.
La inclusión empieza por ti. ¿Qué colores aportas a la vida? ¿Qué colores aprecias de quienes te rodean? Incluyamos y creemos de esa forma, una obra maestra.
Maria Fernanda Jiménez | Psicopedagoga | e-mail: maferjimenez@potenciare.com